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Esta colección nació para capturar los latidos de sus territorios y convertirlos en aroma, fuego y forma.
Cada vela es una puerta a una región distinta. Aquí encontrarás el corazón detrás del aroma que estás encendiendo: su paisaje, su historia y lo que nos inspiró a crearla.
El Pacífico colombiano late con tambores de marimba y cantos de ballena. Entre una lluvia tibia, la selva exhala tierra húmeda y sal, mientras las tortugas vigilan los manglares como antiguos guardianes. Al encender esta vela, el aire se vuelve un relato: primero, la caricia oscura de la ciruela que madura bajo frondas gigantes; luego, la solidez del roble empapado que flota río abajo hasta abrazar el océano. Una bruma dulce‑salada que invita a escuchar la respiración profunda del bosque y las olas.
El amanecer en la zona cafetera se anuncia con neblina y silbidos de pájaros. Entre laderas empinadas, los cafeteros cortan cerezas rojas que crujen bajo sus dedos. Al encender esta vela, sentirás el latido del primer sorbo: grano recién molido que se transforma en cappuccino cremoso, endulzado con un instante de panela y la caricia suave de almendra. En el fondo, la madera vigorosa de los secaderos respira, recordándote que cada taza guarda la historia de una montaña despierta.
El 7 de diciembre en Colombia es un tapiz de llamas diminutas. Niños y abuelos alinean velas sobre los andenes, los faroles de papel tiñen las fachadas de ámbar. Chisporrotean bengalas, la calle huele a buñuelo recién frito y todos compartimos un mismo techo de estrellas. Al encender esta vela, esa velada llega a tu espacio: el perfume cálido de la canela y el clavo abraza el aire, mientras un velo dulce de panela recuerda el sabor de las promesas navideñas que crecen a la luz de un farolito.
Un atardecer en la costa: la muralla de piedra se dora con el sol bajo, las olas acarician la arena y el aire trae risas, palmeras y música que se escapa por los balcones. Al encender esta vela sentirás esa ráfaga marina que refresca la piel—una brisa salada con un destello cítrico que recuerda al primer sorbo de limonada frente al mar. Así respira el Caribe colombiano cuando el día se rinde al horizonte.
En las laderas nubosas de la cordillera, la lluvia fina despierta miles de orquídeas que tiñen el verde con destellos púrpura y oro. Colibríes suspendidos como joyas vivas beben ese rocío entre bromelias y helechos gigantes. Al encender esta vela, el aliento fresco del limoncillo se mezcla con la chispa cítrica de limón y naranja, salpicado por un susurro de jengibre. Es la biodiversidad andina hecha aroma: vibrante, húmeda y eternamente florecida.
Más allá de la línea de niebla, los frailejones se alzan como centinelas de lana y el viento helado lleva un canto silencioso de agua y piedra. Aquí, cada aliento es puro y breve. Al encender esta vela sientes ese soplo invernal: la viveza del eucalipto atraviesa el aire, un destello de menta refresca los pulmones y un leve trazo de limón ilumina el horizonte gris. Así respira la montaña cuando el mundo se queda en silencio.
Celebramos el Pacífico colombiano: una franja de selva pluvial que se sumerge en un océano de tonos esmeralda. Aquí los tambores de marimba marcan la vida de comunidades afro e indígenas, las ballenas jorobadas paren a sus crías y los manglares sostienen el pulso de la tierra y el mar.
La primera bocanada es de ciruela oscura envuelta en espuma salada. Luego surge la solidez del roble empapado troncos riverinos que viajan desde las montañas hasta besar la costa. Al fondo queda un respiro balsámico que mezcla tierra fértil y brisa oceánica al anochecer.
El litoral pacífico se extiende 1 300 km desde las estribaciones del Darién (Chocó) hasta Tumaco (Nariño). Es parte del Chocó Biogeográfico—una de las zonas más lluviosas y biodiversas del planeta (≥ 8 000 mm de lluvia anual).
Avistamiento de ballenas(jul–oct) en Bahía Solano o Nuquí; escucha sus cantos a pocos metros de la embarcación.
Termales de Jurubirá: camina 30 min entre manglares y sumérgete en una cascada de agua caliente natural.
Esnórquel en la Ensenada de Utría: arrecifes someros y tortugas verdes que pastan entre praderas submarinas.
Gastronomía local: prueba encocado de piangua, pescado ahumado en bijao y jugo de borojó—energía de la selva en un vaso.
Música viva: vive la marimba, el cununo y el guasá en el Festival Petronio Álvarez (agosto, Cali) o en las fiestas patronales de Guapi.
TIP
Viaja con guías comunitarios; respeta los manglares y no olvides un impermeable ligero—en el Pacífico siempre llueve, y esa lluvia es pura vida.
Rinde tributo al Paisaje Cultural Cafetero, patrimonio UNESCO donde montañas empinadas, guaduales y terrazas de café dibujan la postal más colombiana. Aquí la vida gira en torno a la cosecha: campanas de finca al alba, carretillas cargadas de cerezas rojas y tradiciones que huelen a tinto recién servido.
Abre con el golpe intenso del grano tostado y un velo cremoso de cappuccino que se endulza con panela derretida. Una sutil almendra aporta calidez, mientras un fondo de madera seca evoca los secaderos donde el café reposa antes de su viaje al mundo.
El “Eje Cafetero” se extiende por Caldas, Quindío y Risaralda, entre 1 300‑2 000 m s. n. m. Sus suelos volcánicos y clima templado producen uno de los arábicas más finos del planeta. Al este se alza la cordillera Central con picos nevados; al oeste, la cordillera Occidental cae hacia el valle del río Cauca.
Tour de café en una finca de Pijao o Salento: siembra, recolección y catación de origen.
Valle de Cocora: camina entre palmas de cera de 60 m, árbol nacional de Colombia.
Baños termales de Santa Rosa: cascada de 100 m y piscinas naturales rodeadas de bosque nublado.
Pueblos de colores: recorre los balcones pintados de Salento, Filandia o Aguadas y prueba sus comidas típicas.
Parapente en Roldanillo o zip‑line en el Parque del Café si buscas adrenalina con vista a cafetales.
TIP
Llévate una artesanía “sombrero aguadeño” y respeta los procesos de recolección: cada grano es la historia viva de la montaña.
Tributo al páramo andino, un reino gris‑dorado suspendido entre los 3 000 y 4 500 m.s.n.m. Frailejones gigantes retienen la neblina, nacen ríos cristalinos y el silencio sólo se quiebra con el zumbido del viento. Esta vela honra a la “fábrica‑nubes” de Colombia: el ecosistema que da agua a 70 % del país.
La primera bocanada es una ráfaga de eucalipto frío, tan limpia como el aire que corta la cima. Enseguida llega un soplo de menta fresca que despeja los sentidos, seguido por un destello de limón que ilumina el horizonte nublado. El resultado es puro, tonificante y casi etéreo, como inhalar la niebla misma.
Los páramos colombianos cubren 30 % del páramo mundial. Destacan los complejos de Sumapaz (el más grande del planeta), Chingaza, Iguaque, Ocetá y la Sierra Nevada de Santa Marta. Temperatura media: 2‑12 °C; lluvia y niebla casi diarias
PNN Chingaza:(Cundinamarca/Boyacá) caminata a la Laguna de Siecha entre frailejones de 4 m.
Páramo de Ocetá (Boyacá): llamado “el más hermoso del mundo”, con laberintos de roca y flores de papel.
PNN El Cocuy: glaciares, picos nevados y lagunas turquesa; exige aclimatación y guía certificado.
Avistamiento de colibríes estrella de las nieves y venados de cola blanca al amanecer.
TIP
Lleva capas térmicas, impermeable y respeta las zonas de recarga hídrica—un paso fuera del sendero puede dañar frailejones que tardan 100 años en crecer un metro.
Dedicada a los bosques nubosos de la cordillera, donde las orquídeas brotan en troncos musgosos y colibríes relucientes zumban bajo lluvias de neblina. Esta vela honra la flor nacional —la Cattleya trianae— y la explosión de vida que tapiza los Andes entre los 1 500 y 3 000 m s. n. m. que se alza entre villancicos, buñuelos y el chispear de bengalas.
Un soplo verde de limoncillo abre el aroma, tan fresco como el aire que resbala por las hojas brillantes. Le sigue el chispeo cítrico de limón y naranja, igual al rocío que libera la selva al amanecer. Un trazo de jengibre añade calidez y vitalidad, evocando la raíz viva de la tierra húmeda. El conjunto es floral‑cítrico, tan limpio y luminoso como un rayo de sol filtrándose en el sotobosque.
Los Andes colombianos se dividen en tres cordilleras. Las orquídeas se concentran en las selvas nubladas de la Central y la Occidental, con hasta 4 000 especies registradas. Las lluvias son constantes y la temperatura ronda los 12‑18 °C.
Feria de las Flores (ago) en Medellín: desfiles de silleteros, mercados de orquídeas y música paisa.
Reserva Natural La Romelia (Caldas): tour de orquídeas con más de 800 variedades y observación de colibríes.
Jardín Botánico de Bogotá: colección viva de Cattleya trianae y jardines de páramo.
Caminata en el Valle de Cocora: palmas de cera y orquídeas silvestres escondidas entre niebla.
Ruta del cacao y jengibre en Santander: fincas agroforestales que combinan cultivos tradicionales con conservación de epífitas.
TIP
Lleva chaqueta ligera impermeable, respeta los senderos y no extraigas plantas: cada orquídea es un tesoro milenario del bosque andino.
Celebra la costa Caribe colombiana, un mosaico de murallas coloniales, playas de arena coralina y ritmos que nacen del tambor. Desde La Guajira desértica hasta las islas de San Andrés, el mar acaricia palmeras y palenqueras, llenando el aire de historias, coco y música que vibra en cada balcón.
Celebra la costa Caribe colombiana, un mosaico de murallas coloniales, playas de arena coralina y ritmos que nacen del tambor. Desde La Guajira desértica hasta las islas de San Andrés, el mar acaricia palmeras y palenqueras, llenando el aire de historias, coco y música que vibra en cada balcón.
Celebra la costa Caribe colombiana, un mosaico de murallas coloniales, playas de arena coralina y ritmos que nacen del tambor. Desde La Guajira desértica hasta las islas de San Andrés, el mar acaricia palmeras y palenqueras, llenando el aire de historias, coco y música que vibra en cada balcón.
Cartagena amurallada: recorre baluartes al atardecer y saborea arepa de huevo con vista al mar.
Parque Tayrona: sendero a Cabo San Juan entre selva y playas turquesa; lleva protección solar biodegradable.
Carnaval de Barranquilla (feb): cuatro días de cumbia, garabato y disfraces que sacuden la ciudad.
Palenque de San Basilio: aprende sobre la primera comunidad libre de América y su lengua criolla.
Islas del Rosario: esnórquel en arrecifes coralinos y almuerzo de pescado con arroz de coco.
TIP
Termina el día con una limonada de coco y una cocada mientras sientes al viento llevar el aroma del mar.
Celebra la Noche de Velitas del 7 de diciembre, cuando todo Colombia enciende faroles y velas para abrir la Navidad. Desde veredas andinas hasta barrios costeros, cada llama es un deseo que se alza entre villancicos, buñuelos y el chispear de bengalas.
El primer aliento trae la calidez especiada de canela recién molida; enseguida surge el abrazo del clavo que perfuma calles empedradas. Un velo dulce de panela caramelizada envuelve todo, igual que el aroma que escapa de la cocina mientras la familia comparte natilla y aguardiente sin prisa.
La tradición se vive en todo el país, pero brilla con fuerza en el altiplano boyacense y el Eje Cafetero donde las noches frescas avivan las llamas
Villa de Leyva (Boyacá): Festival de Luces (6‑8 dic) con premios al farol más creativo y castillos de fuegos.
Quimbaya (Quindío): desfile de carrozas luminosas y concurso de barrios iluminados.
Alumbrados de Medellín: 26 km de figuras LED sobre el río y parques; inicia justo después de Velitas.
Tradición casera: aprende a hacer faroles de papel encerado y velitas de sebo como antaño; acompaña con buñuelos, natilla y canelazo.
TIP
Lleva ropa ligera y una chaqueta: las noches decembrinas pueden ser frescas; apaga y recoge tus velas para cuidar las calles y evitar residuos. caminata a la Laguna de Siecha entre frailejones de 4 m.
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